Adaptación


Hace unos días pasaba por delante de una sala que acababan  de barnizar el suelo y me llamó la atención los reflejos que producía la luz que entraba por la ventana. Cogí mi teléfono y me dispuse a hacer una foto del lugar. La primera, como se ve, quedó oscura,  toqué en otras zonas de la pantalla para que se ajustara la luz de otra manera e hice dos más. El objetivo rápidamente se adaptó a la indicación y dejó entrar más luz con los  tonos y reflejos que me habían llamado la atención...

Acaba de empezar un nuevo curso académico, un buen amigo ha cambiado de colegio a su hijo Miguel con todos los miedos que lleva esa decisión. ¿Cómo se integrará? ¿Se adaptará bien?. Después de sufrir sus padres durante las últimas semanas del verano y todo el primer día, a la hora de salida, se encontraron que su hijo estaba relajado, contento con los nuevos compañeros, profesores y con muchas ganas de volver al día siguiente. No dejó de hablar con ilusión de las nuevas experiencias que había vivido durante las últimas horas.


Hablando con otro amigo de cierta edad, me comentaba lo que le estaba costando hacerse con el nuevo equipo de personas con la que empezaba a trabajar. ¿Por qué le es tan fácil a un chico adaptarse a la nueva situación? ¿Dónde pone el acento ante el cambio comparado con los adultos? Pienso que hay diferentes motivos: la falta de arraigo del niño al entorno anterior en contraposición con la larga experiencia, positiva y negativa, y de relaciones del adulto y la ilusión por lo que se va a encontrar. Para el chico tiene más importancia lo nuevo que va a encontrarse. Como niño tiene una visión optimista, positiva de las novedades y una profunda confianza en el futuro y en la autoridad que ha tomado la decisión. Tal vez los adultos sufrimos por lo que puede llegar a ocurrir y en muchas ocasiones nunca llega a suceder. Preferimos imaginar la peor de las expectativas, sin darnos cuenta del daño que nos hacemos hasta que llegamos a conocer la realidad que hemos prejuzgado. Ante las nuevas situaciones vale la pena volver a nuestra mirada de niño que todavía guardamos dentro y que muchas veces no nos atrevemos a mostrar.




Comentarios

  1. Voy a intentarlo de nuevo, a ver si hay más suerte.

    Te decía que éste es un buen post. Me ha gustado.

    Los temores del adulto -quizá- sean por su miedo al fracaso y por sus malas experiencias (o no malas, pero así catalogadas por él), que le impiden o dificultan actuar con mayor libertad. El niño, en cambio, no tiene esa memoria, para entendernos, ¿no?

    ResponderEliminar
  2. Se me acaba de borrar el comentario que estaba escribiendo. Básicamente: me gusta que todo esto salga del barniz de un parquet (reconzco esa sala) y las palabras clave en negrita (típico Dionis). En cuanto al texto, aún no me he encontrado en la situación del padre, con lo que el consejo final no me ha servido de mucho. Pero, quién sabe?
    Por cierto, escribo como anónimo para no liarla como antes pero soy JG

    ResponderEliminar
  3. Bastante bien,
    Ojalá se colgaran estos post con más frecuencia

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Brotherhood

Disponibilidad...

El liderazgo educativo desde la experiencia del proyecto Legoleague