Siempre educando...

Atardecer en la playa de la Flor (Nicaragua)
El otro día hablando con uno de los alumnos del Colegio en plena adolescencia, comentaba que una cosa era sacar buenas notas y otra portarse bien, porque si haces las dos cosas a la vez eres un auténtico pringado y él no estaba dispuesto a serlo…
Efectivamente no nos resulta muy chocante escuchar una frase como “mola ir de pasota y anti-sistema si eres chico”. La filosofía imperante en la sociedad es del anti-intelectualismo donde no está de moda ser listo o destacar, siguiendo las directrices de los protagonistas de las series televisivas cuyas máximas aspiraciones acaban en un fin de semana donde todo vale, todo es relativo.
Adam Cox es un investigador que ha dedicado sus últimos dos años a hacer un estudio por el mundo entero visitando colegios masculinos de prestigio y entrevistándose con los alumnos individualmente y en grupo. El resultado es francamente interesante. A pesar del clima en el que nos movemos le llama la atención cómo los alumnos de los cuatro continentes tienen las mismas inquietudes y ambiciones: agradecen un ideario y estructura clara en casa y en el Colegio, les hacen sufrir ver a los adultos (a nosotros) entristecidos con su vida o con su trabajo porque ellos están intentando descubrir cuál es el sentido último de su vida que están empezando a gobernar más autónomamente. Necesitan de la autenticidad tanto de sus padres como sus profesores. Tienen una inquietud grande por saber más de la inteligencia social y emocional para aprender a conocerse mejor y tener amigos con los que acertar en esta etapa. Están aprendiendo para poder actuar, emprender, llevar proyectos que ilusionen, ayudar a los demás. Pero en muchas ocasiones no pueden llevarlo a cabo por su falta de fuerza de voluntad o de compromiso.
Otra de las conclusiones a la que llega Cox es que quieren escribir SU historia, para nada nuestra historia. El mayor miedo que tienen es a fallarse a uno mismo y a sus padres, por eso quieren claridad en la evaluación de su trabajo y de su actitud. Les repele tanto la crítica destructiva o irónica como la complacencia o adulación inmerecida.
Me parece que lo que nosotros podemos hacer como padres o profesores es, antes que nada, ir por delante en nuestra acción diaria. No basta con ser unos buenos profesionales en nuestro lugar de trabajo si al llegar a casa bajamos la guardia, esperamos ser servidos, actuamos de manera impulsiva, de mal humor o con poca paciencia. Es ahí donde estamos validando nuestro proyecto vital y, fruto de nuestra actuación, les estamos diciendo si vale la pena o no vivir los mismos ideales que les enseñamos de palabra, o si realmente no son del todo eficaces para alcanzar la felicidad que buscan.
Atardecer en la playa de la Flor (Nicaragua)
Por eso agradecen mucho que  les pidamos perdón por algún error cometido contra ellos o contra la paz escolar o familiar. Es una muestra de que durante toda la vida estamos aprendiendo, asumiendo riesgos, y que tenemos derecho a equivocarnos siempre que reconozcamos nuestro error y volvamos a comenzar de nuevo. Así se experimenta lo que es realemente ejercer la libertad con todas sus consecuencias. Llegarán al máximo de sus aspiraciones siempre que cada decisión que tomen vaya hacia sus metas planteadas, renunciando a otras posibilidades que, aún siendo buenas, no son las más adecuadas para el objetivo marcado.
De este modo generamos un clima de confidencia con ellos que es el que hace falta para que tengan confianza en sí mismos. Les podamos exigir cualquier cosa de una manera amable para que tengan la fortaleza de ir contracorriente, lanzarse a construir su proyecto vital y asi mejorar su entorno más próximo.

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